Entrenamiento invisible, el entreno que trabaja en la sombra

Durante muchos años el concepto de mejorar nuestro rendimiento, tanto físico como mental, se ha sustentado prácticamente en algo tan básico como acumular entrenamientos sin más. Por suerte los tiempos han cambiado en favor de la eficiencia deportiva a nivel de rendimiento.
Para muchos, incluido yo mismo, y basándome en los conocimientos que he adquirido como deportista, científico y entrenador, considero que este sistema de mejora se queda escaso y "cojo" si pretendemos saber el porqué de muchas reacciones y situaciones que, como deportistas, sufrimos y padecemos a lo largo de nuestra vida deportiva como consecuencia de nuestra forma de entrenar.
El entrenamiento de un deportista podríamos decir que es un ciclo donde, además de una preparación física para mejorar nuestro rendimiento y/o desarrollar al máximo las capacidades físicas, el descanso, entendido éste como periodo de recuperación, juega un papel más que importante y debería establecerse, por decreto, de obligado cumplimiento. Esta parte del entrenamiento es lo que en el argot deportivo se conoce como entrenamiento invisible, debiendo existir tal sincronización y periodización entre ejercicio físico y descanso como si de un reloj suizo se tratase. No se ve pero sí se siente.
El descanso per se además de ser necesario e imprescindible para todo ser humano, en un deportista cobra aún mayor importancia. Durante este período, el organismo activa ciertos mecanismos regenerativos cuyas funciones, entre otras, están la de reparar aquellas fibras musculares dañadas, restablecer los niveles energéticos, así como producir las adaptaciones que tratan de compensar el desajuste interno provocado por el entrenamiento (García Manso y col. 1996). Ese esfuerzo que hace el organismo por mantenerse inalterable podríamos englobarlo y definirlo como Síndrome de Adaptación General (SAG).
Por tanto, y teniendo muy en cuenta todo lo explicado anteriormente, sería absurdo pensar únicamente en la carga física como única vía de mejora en nuestro rendimiento. El periodo de recuperación entre una serie y otra así como entre un entrenamiento y otro es esencial para restablecer, entre otros, el flujo sanguíneo intramuscular, el transporte de oxígeno que restablecerá las reservas de fosfocreatina (molécula encargada de almacenar la energía que el músculo necesita), y la eliminación de deshechos metabólicos generados como consecuencia del esfuerzo.
A la hora de establecer los periodos de descanso hay que tener en cuenta diversos factores como:
La capacidad individual de adaptación que al estímulo
La alimentación
Las terapias complementarias (masaje, crioterapia,...)
La carga anterior y la nueva carga de entrenamiento
Como puede verse, algunos de estos factores tienen relación directa con características totalmente particulares de cada individuo. Por eso, no solo el entrenamiento es y debe ajustarse a cada uno, sino también el descanso.
Según el nivel del deportista y del tipo de carga en cuanto a cantidad y calidad, el descanso tendrá una duración u otra. Si se ajustaran adecuadamente nuestro organismo reaccionaría elevando ese umbral mínimo para soportar nuevas estímulos aplicados de forma sistemática. A este proceso se le denomina supercompensación, principio por el cual el organismo aumenta su capacidad funcional para afrontar y superar con garantías el siguiente entrenamiento, de intensidad superior.
Por tanto, el descanso, dependiendo de los estímulos aplicados y de la capacidad del individuo, deberá durar un tiempo determinado para que en el organismo se produzca esa supercompensación. Así, por ejemplo, y a grosso modo, un trabajo de resistencia aeróbico requiere una recuperación de 24 horas a 36 horas, mientras que un trabajo de resistencia anaeróbica, de entre 48 y 72 horas.
Si por contra descuidáramos estos períodos de descanso correríamos el riesgo de caer enfermos, sufrir lesiones por sobreesfuerzo y lo peor de todo, un estancamiento o disminución de nuestro rendimiento. Este estado o “bache” es lo que se conoce como estado de sobre-entrenamiento, del que todos queremos huir y nunca padecer, y del cual hablaremos más adelante en otro artículo.
Para evitar por tanto cualquier situación que derive en este estado, lo ideal sería un trabajo preventivo más que correctivo en cuanto a la periodización del ejercicio y el descanso, es decir, incluir el debido período de descanso en cualquier programa de entrenamiento y jamás pensar que no entrenar es sinónimo de no progresar.
Como digo siempre, ¡deporte sí, pero con cabeza!